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    Los Capuchinos somos la rama más joven de los franciscanos, remontándonos a 1525…

La Iglesia mexicana denuncia que los sindicatos amenazan con "secuestrar al Estado"


La Iglesia mexicana ha denunciado cómo los sindicatos amenazan con "secuestrar al Estado si éste no se alinea a sus intereses" y son fuerzas manipuladas por "líderes inmorales que han logrado eternizarse".

"Ahora amenazan con secuestrar al Estado si éste no se alinea a sus intereses que, por cierto, no son los mismos que los de sus agremiados y mucho menos ayudan al desarrollo nacional", señaló hoy el principal editorial del semanario "Desde la fe", órgano de difusión de la Arquidiócesis de México.

"Se les ve como fuerzas políticas que se venden al mejor postor, y que han sido secuestradas por líderes inmorales que han logrado eternizarse y generar formas de poder contrarias a la naturaleza de los sindicatos", precisó el editorial eclesiástico.

Con este editorial la iglesia se suma a la polémica que ha generado una iniciativa de reforma laboral que está frenada en el Congreso mexicano por la propuesta de los partidos opositores al Partido Revolucionario Institucional (PRI) para garantizar la democracia y la transparencia dentro de los sindicatos.

El pasado 1 de septiembre el presidenteFelipe Calderón envió al Congreso una iniciativa para ser analizada y aprobada en un plazo de 60 días, la cual fue aprobada días después por la Cámara baja con algunos cambios, entre estos la eliminación de artículos que exigían transparencia y democracia en los sindicatos.

Por su parte el Senado aprobó la propuesta, pero restituyeron los controvertidos artículos sobre la operación de los sindicatos, la mayoría de ellos firmes aliados del Partido Revolucionario Institucional (PRI), lo que ha puesto en duda el futuro inmediato de la iniciativa.

La Iglesia afirmó que actualmente los sindicatos mexicanos no gozan de buena fama y en gran parte de la sociedad hay una desconfianza de ellos que consideran su actuar "corrupto, poco honesto y carente de solidaridad con los trabajadores y con el resto de la sociedad".

Para la Iglesia católica los sindicatos, "que deberían ser organismos sin tintes partidistas", son organizaciones que deben luchar por la justicia, por el bien de los trabajadores y por "la organización productiva, que es la fuente de su trabajo".

El editorial señala que no es aceptable la falta de sensibilidad social de los patrones, "ni la explotación de los trabajadores -a quienes se les otorgan sueldos indignos-, ni los contratos de protección, ni la creación de sindicatos charros".

Añade que tampoco se debe "permitir que haya prácticas de pseudo sindicatos que emplazan a huelga con actitudes de cerrazón, sin propuestas realistas y con la falsa intención de proteger al trabajador", lo que solo se ha "convertido en el ejercicio del poder de unos contra otros".

Advierte que los trabajadores organizados "no deben permitir, por apatía, indiferencia o miedo, que haya prácticas y dirigentes sindicales corruptos, antidemocráticos, con capacidad de amedrentar a los que realmente gastan con dedicación la vida en su trabajo".

Aseguró que los sindicatos deben asumir sus papel en favor de los trabajadores y en la solución de conflictos, así como en una respuesta solidaria para quienes no cuentan con una organización y empleo, para avanzar en una sociedad más justa.

(RD/Agencias)

Entrevista con Raniero Cantalamessa


Muchos católicos en todo el mundo desearían alguna vez sentarse al lado del Papa y escucharlo. Sólo uno, el sacerdote franciscano Raniero Cantalamessa tiene el privilegio inverso: él mismo le da una charla al propio Benedicto XVI, quien lo escucha sentado a su lado, rodeado de unos 70 cardenales y obispos de la Curia romana.
Desde 1980, cuando Juan Pablo II lo nombró predicador de la Casa Pontificia, el padre Cantalamessa cumple esa función religiosamente cada viernes en las semanas previas a la Semana Santa y a Navidad. "Me esfuerzo por adecuarme a los problemas que la Iglesia está viviendo", contó el sacerdote a La Nacion, al explicar el variado mosaico de temas que aborda ante el Pontífice. Así, ante tan selecto auditorio, se explaya en la capilla Redemptoris Mater del Vaticano sobre temas teológicos y pastorales de relevancia, como la divinidad de Cristo y los desafíos de la evangelización, y sobre los arduos desafíos que el siglo XXI plantea a la Iglesia, como la pérdida de la fe, el avance del relativismo, las transformaciones sociales y el desconcierto de muchos cristianos. Incluso, la crisis interna de la Iglesia, salpicada por los recientes escándalos en torno de las denuncias de abusos sexuales en el clero -el "aire sucio en la Iglesia", según palabras del Papa- fue objeto de sus reflexiones.
"El Santo Padre ha sido muy claro y abierto en reconocer errores y pedir perdón. Y gritar contra la enormidad de estos casos de abusos de los menores. Pero la Iglesia no es una fuerza de policía, es una fuerza espiritual", advirtió el cura franciscano, de 78 años, que ha dedicado casi la mitad de su vida a predicarles a Juan Pablo II y a Benedicto XVI.
Temas polémicos, como el celibato sacerdotal, la situación de los divorciados vueltos a casar e, incluso, el carácter vitalicio del pontificado, encuentran al predicador de la Casa Pontificia en posiciones de significativa apertura. Pero si de algo está seguro este fraile capuchino, que ante el Papa cita con la misma soltura a Santo Tomás de Aquino como a los filósofos Edmund Husserl y Jean-Paul Sartre, es que la Iglesia no tiene que dar pasos apresurados. "Hay obispos que ya tratan estos problemas. Yo soy abierto a estos cambios, pero no hay que ser impacientes. A veces pareciera que cambiar es la panacea y no es así", reflexionó.
No teme, en cambio, dar pasos sustantivos que acerquen a la Iglesia a otras religiones. Hace dos semanas encabezó en el Luna Park, ante 6000 personas, el VI Encuentro Fraterno de Católicos y Evangélicos, una experiencia en la que la arquidiócesis de Buenos Aires, con el visto bueno del cardenal Jorge Bergoglio, asoma como pionera, como bien se lo explicó el propio sacerdote franciscano al pontífice. "El diálogo fecundo con otras religiones es el mejor antídoto contra el fundamentalismo, la mejor herramienta para aislar a los grupos más radicales", precisó.
Los laicos, para Cantalamessa, son los pescadores de hombres del siglo XXI. "Jesús les dijo a los apóstoles que sean pastores y pescadores. Hoy los sacerdotes son más pastores, alimentan a los que ya vienen a la Iglesia. Los laicos, en cambio, son los pescadores, los que llevan el mensaje cristiano al mundo, a los lugares de trabajo, a los sitios alejados de la Iglesia. Son los protagonistas de la evangelización", definió.
¿Qué es ser predicador del Papa?
-Es un oficio tradicional, otorgado a la Orden Franciscana Capuchina desde el siglo XVIII. Consiste en dar charlas al Papa, a sus colaboradores, cardenales y obispos de la Curia romana, unas 70 personas, en los períodos de Adviento y Cuaresma [las semanas previas a la Pascua y a la Navidad]. Nunca un predicador duró tanto. Yo tengo una explicación: el Papa se ha dado cuenta de que es el lugar donde el padre Cantalamessa puede hacerle menos daño a la Iglesia.
¿Cómo recibe el pontífice sus meditaciones?
-A pesar de todo su trabajo, encuentra el tiempo necesario para ir a escuchar. Nunca falta. Es un ejemplo de sumisión a la palabra de Dios.
¿Cómo selecciona los temas? ¿Los conversa con él previamente?
-Tengo amplia libertad. Me esfuerzo por adecuarme a los problemas que la Iglesia está viviendo. El año último, por ejemplo, abordé el compromiso por la nueva evangelización. En la historia de la Iglesia hubo cuatro grandes momentos de esfuerzo misionero. En los primeros tres siglos del cristianismo, los protagonistas fueron los obispos; en la reevangelización de Europa, entre los siglos VI al X, el papel principal lo cumplieron los monjes; en el siglo XVI, con el descubrimiento de América, se destacaron los frailes. Y hoy, cuando el desafío es volver a evangelizar a un Occidente secularizado, el papel lo tienen los laicos.
 
Cantalamessa, durante la entrevista con LA NACION. Foto: Soledad Aznarez

¿Por qué es importante el papel de los laicos?
-Porque han tomado un papel activo. Es un fruto del Concilio Vaticano II, que ha proclamado que los laicos son sujetos activos y tienen carismas. Ahora están en la primera línea de la evangelización, en la atención de los que no van a la Iglesia, aquellos a los que los sacerdotes no podemos ya contactar. Jesús les dijo a los apóstoles que sean pastores de hombres y pescadores. Hoy los sacerdotes son más pastores que pescadores: pueden alimentar a los que ya vienen a la Iglesia, pero no pueden ir a evangelizar a los que están lejos. Los laicos son, precisamente, un medio para ir a los lugares de trabajo, a las familias, a las distintas profesiones, y llevar el mensaje de Jesús donde el mundo vive.
El Papa convocó a celebrar el año de la fe. ¿Hoy hay una crisis de fe en el mundo?
-Hay una crisis desde el punto cuantitativo: los creyentes son hoy una minoría. Pero desde el punto de vista cualitativo hay una aceleración de la fe, porque nunca hubo tal cantidad de creyentes reales y decididos. Benedicto XVI siempre dice que los cristianos serán una minoría motivada. Eso no significa que nos resignamos a ser una elite, porque esa minoría siempre está llamada a evangelizar, a promover el evangelio y muchos valores, como la justicia. El evangelio es inseparable de la caridad. Jesús evangelizaba y sanaba. Hoy la Iglesia lleva adelante estos dos frentes: evangelización y lucha contra la pobreza. En ciertos países de África, las instituciones de la Iglesia son las únicas que hay en muchos kilómetros para atender las enfermedades de la gente.
¿Hoy ser cristiano implica ir contra la corriente?
-Siempre ha sido así. El Concilio Vaticano II renovó la actitud de diálogo con la modernidad y con el mundo. Los cristianos tienen que sentirse miembros de una sociedad y responsables de los bienes y los males de esa sociedad. Y saben que la cultura va en una dirección dominada por el dinero. Tienen que ir contra la corriente. En esa carrera por el dinero, la gente se vuelve siempre más triste. Por eso, ir contra la corriente es una manera de ayudar a la sociedad, para que se dé cuenta de que no tiene que ser esclava del dinero y del poder, que no tiene ideales sociales.
¿El mensaje de la Iglesia perdió credibilidad e influencia?
-En los últimos años, los escándalos de la pedofilia han quitado a la Iglesia el prestigio del que quizá gozaba en el pontificado de Juan Pablo II. Pero las cosas de la Iglesia no se pueden medir solamente por lo que aparece en la superficie. Benedicto XVI no tiene miedo de declarar que hay aire sucio en la Iglesia. Hay una toma de conciencia de la debilidad de la Iglesia. Es una manera de purificarla. Algo doloroso, pero muy útil y propicio.
¿Qué fortalezas y qué debilidades señalaría hoy en la Iglesia?
-La fuerza de la Iglesia es su fe. Las debilidades somos nosotros. San Pablo ya lo decía: llevamos un tesoro en vasos de barro. La división que permanece en los cristianos es un punto de debilidad y por eso se debe promover el ecumenismo. La escasez del clero, la falta de vocaciones, es otra debilidad. Hay escándalos dolorosísimos, pero muchos medios de comunicación no ven en la Iglesia más que esto. Hay pocos esfuerzos por ver el intenso trabajo por los pobres, los marginados, en favor de la defensa de la vida.
¿Cómo enfrenta el Papa estas situaciones de escándalo?
-Ha sido muy claro y abierto en reconocer errores y pedir perdón. Y gritar contra la enormidad de estos casos de abusos de los menores. Pero la Iglesia no es una fuerza de policía, es una fuerza espiritual. La sociedad también propone un código de comportamiento moral, pero hay personas que no lo cumplen.
¿Estas situaciones le producen daño a una institución con 2000 años?
-La Iglesia es muy vasta, hay de todo. La red saca del mar peces buenos y peces malos.
¿Se encuentran todavía resistencias dentro de la Iglesia a los avances del Concilio Vaticano II?
-Durante el Concilio aparecieron dos líneas muy evidentes: los progresistas decían que era un gran avance, una ruptura con el pasado. Para los tradicionalistas, era un drama, una tragedia. La Iglesia ha hablado de una novedad de la continuidad. El Concilio ha hecho una ruptura respecto del pasado próximo en la Iglesia, pero una continuidad respecto del pasado remoto. Hay quienes ven en el Concilio una novedad muy tímida. Otros, al contrario. No hay resistencias explícitas, salvo en los lefebvristas. Según una indicación del cardenal Newman, muchas veces los concilios no se entienden sin un después.
¿Hoy es un tiempo propicio para pensar en nuevas reformas en la Iglesia?
-Hay puntos que el Concilio Vaticano II no ha tocado. Se dieron pasos muy valientes y hubo cambios dramáticos. Pero quedan problemas: el celibato obligatorio del clero se discute, así como la colegialidad de los obispos, una mayor participación de los episcopados en el gobierno de la Iglesia. Pero la Iglesia se mueve con un ritmo distinto. No se puede dar un paso que determine profundas divisiones.
¿Se puede esperar que en algún momento se aborden estos temas?
-Hay obispos que ya tratan estos problemas. Al Papa no le parece el momento para decidir una cosa tan relevante, como el celibato del clero. Pero se ha empezado, es la dinámica que siempre han llevado adelante las reformas. Yo soy completamente abierto a estos cambios, pero a veces recomiendo no ser impacientes: pareciera que cambiar esto es la panacea, la medicina para todos. Y no es así. Hay problemas hoy en el matrimonio, la familia. Se presenta de una manera tan complicada, tan frágil. Puede ser una carga tremenda para un sacerdote, que debe cuidar a toda la sociedad. La sabiduría de Dios guiará a la Iglesia.
¿Es posible que se produzcan cambios en la Iglesia respecto de la situación de los divorciados vueltos a casar?
-La admisión a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar es un problema que se está discutiendo. Se han dado pasos y, a pesar de que están excluidos de la Eucaristía, están aceptados en la vida de la Iglesia. Algunos obispos son más avanzados en esta línea. El Espíritu llevará a la Iglesia a una solución, a una praxis evangélica, pero también misericordiosa, abierta a la comprensión del hombre. ¡Jesús era tan comprensible! Afirmaba los principios del matrimonio (el hombre dejará su casa y se unirá a su mujer, el hombre no puede desunir lo que Dios ha unido), pero es el único que perdona a la mujer adúltera.
¿La Iglesia podría rever su postura?
-Hoy la situación de los divorciados no es una excepción. El divorcio es un fenómeno social tan difundido, que no se puede dejar a toda esta gente excluida de la Iglesia. Se tiene que encontrar una fórmula que pueda salvar los principios y aplicar el Evangelio de una manera evangélica. Los divorciados tienen que sentirse plenamente hijos de Dios. Lo que guía a la Iglesia no es tanto defender un principio: es salvar el matrimonio, que está atacado hoy en la sociedad. La Iglesia defiende un bien, el bien de la familia, del matrimonio. Cómo conjugar esta defensa con la misericordia será el desafío.
¿Hoy es más difícil avanzar en el diálogo ecuménico?
-Algunos sitios radicalizados en Internet dicen que los encuentros ecuménicos son creados por el diablo. Existen estos grupos, pero lo mejor para aislarlos es que los más responsables se reúnan y avancen hacia la unidad de los cristianos. Lo que tenemos en común es mucho más importante que lo que nos separa. Ésta es la línea para aislar a los grupos más radicales, que todavía existen.
¿Se vio afectado Benedicto XVI por el reciente juicio del mayordomo y el escándalo por las filtraciones en la Santa Sede?
-Está afectado y ha sufrido mucho. Es algo que lo toca muy de cerca. Son cosas que en el momento parecen lo más importante del mundo y después se ve que es una cuestión secundaria. Hay muchas hipótesis. En el Vaticano, como en cada organización, hay diferentes opiniones.
¿Se habla ya en el Vaticano de cómo será la próxima sucesión del Papa?
-Usted conoce el dicho: quien entra papa en el cónclave, sale cardenal; quien entra como cardenal, sale papa. No hay posibilidad de prever qué pasará. Depende de tantas cosas. No se habla de nadie en particular que pueda ser papabile . Hay muchos nombres, pero no tienen mucho fundamento. De hecho, este papa Benedicto XVI tiene una personalidad tan respetuosa con los demás, tan gentil y humilde, que es impresionante. Dejará una impronta difícil de soslayar. Todos sus viajes empiezan con una atmósfera tremenda, negativa, y al final se manifiestan sus éxitos enormes. Así ocurrió, por ejemplo, en Inglaterra y recientemente en el Líbano, donde fueron a escucharlo cristianos e islámicos. Tiene una personalidad que no es agresiva, muy respetuosa.

MANO A MANO

La palabra como estilo de vida
Sin estridencias, ni gestos ampulosos, el hombre a quien el Papa escucha sabe medir las palabras. Las acompaña con gestos y miradas que dan lugar a un diálogo cordial, que invita a la profundidad. A los 78 años, el padre Raniero Cantalamessa ha hecho de la palabra un estilo de vida. No necesita alzar la voz para plantear temas polémicos que pueden generar reacciones en la propia Iglesia. Tampoco busca llevarse el mundo por delante, sino, por el contrario, inspeccionar ese universo a veces hostil, comprenderlo, aportarle una luz renovada del mensaje que la Iglesia difunde desde hace 2000 años. Nacido en Colli del Tronto, a 150 km de Roma, lleva 54 años de vida sacerdotal. Pertenece a los Frailes Menores Capuchinos, una de las tres ramas de la orden fundada por San Francisco de Asís, y mantiene la barba y el hábito marrón que caracterizan a los franciscanos. Graduado en teología en Friburgo y en letras clásicas en Milán, está comprometido con la Renovación Carismática, punto de encuentro entre la Iglesia Católica y movimientos evangélicos, y desde allí promueve la necesidad de avanzar en la unidad de los cristianos. "Es el mejor antídoto contra la intolerancia y el fundamentalismo", es su premisa.

UN FUTURO POSIBLE, SEGÚN CANTALAMESSA

Con Juan Pablo II se debatió el carácter vitalicio del pontificado. ¿Se puede volver a revisar?
-No es una cuestión que responda a un criterio de orden dogmático. Hubo un caso de renuncia en la historia de la Iglesia: el papa Celestino V, en el siglo XIII. El propio Benedicto XVI expresó en diferentes ocasiones la idea de que es posible que un papa renuncie. Dijo, incluso, que si su salud llegaba a un punto en el que se diera cuenta de que no podría desempeñar todas las funciones, él mismo podría renunciar. Es una posibilidad concreta. En el caso del querido papa Juan Pablo II, su decisión fue buena, porque con su enfermedad ha dado un mensaje al mundo tal vez más fuerte que el que transmitía con su fuerza, energía y seguridad, cuando gozaba de plena salud. Ha compartido el sufrimiento con tanta gente en el mundo, dándoles una dignidad. Con su ejemplo, muchos se habrán sentido animados a llevar una vida digna, incluso en la enfermedad. Su ejemplo es muy valioso. Benedicto XVI, que hoy tiene 85 años, ha dicho que si en algún momento se diera cuenta de que no puede responder a sus deberes, podría renunciar.

Un Capuchino Mago



Una de sus últimas actuaciones fue en el Festival Franciscano de Rímini (Italia), a finales de septiembre: a pie de calle, con el verbo locuaz, el tono guasón y la desenvoltura de un monje medieval acostumbrado a circular entre la gente y atraer su atención. En su caso, mediante trucos de prestidigitación. Porque no se trata de un disfraz, los hábitos son reales: el padre Gianfranco Priori (el Frate Mago o Padre Mago, como es conocido) es capuchino e incluso ejerce un cargo de responsabilidad en las misiones externas de su orden.


Atraer para evangelizar
Pero donde está en su salsa es sacando la baraja y jugando a adivinar la carta que has pensado, o extrayendo del pañuelo que le prestas una paloma, o enredando y desenredando una cadena de aros de forma que parece romper el principio de impenetrabilidad de la materia. Pequeñas ilusiones muy conocidas y que parecen siempre nuevas, sobre todo si es un fraile todo simpatía quien te las presenta: "Utilizo esta habilidad como pre-evangelización, esto es, como un medio eficacísimo para atraer la atención y la simpatía de los espectadores, a quienes hablo después del Evangelio y de la Iglesia".

El Padre Mago empezó tarde en esto, aunque ya se acerca a los treinta años de experiencia. Tenía 23 años y un buen día descubrió que tenía una infrecuente capacidad para el manejo de la baraja, a pesar de que sus manos "no son sutiles ni delgadas como mandas los cánones de la estética", confiesa. Se puso a aprender en revistas especializadas, y en cuanto aprendía vio que disfrutaba haciendo trucos. 

Cuando comprobó además que "los espectadores se quedaban contentos y mi actuación no desmerecía de mis hábitos religiosos", empezó a hacer sistemáticamente lo que antes sólo era improvisado y espontáneo. Hoy le llaman desde toda Italia con un año de anticipación, y con sus artes del engaño blanco ha recorrido tanto fiestas al aire libre como actuaciones en teatros de renombre y en televisiones.

Sorprendiendo a los expertos
Además, para él, este don responde a la esencia de la vocación capuchina, "los frailes del pueblo", como se les conoce. Porque "la gente simpatiza con el padre, pero no frecuenta mucho la iglesia y hay que ir a buscarla a casa, puerta por puerta". Esa "presencia del padre en medio de la gente, con sencillez y humildad", forma parte de su apostolado: "Siempre he puesto mi arte al servicio de la Iglesia". Como San Juan Bosco, aduce -patrón de los prestidigitadores-, con sus habilidades como equilibrista.

El padre Priori no se contenta con repetir lo ya visto. Ha creado números nuevos que asombran a los profesionales cuando se los presenta: "No están en ningún libro y nadie los ha hecho jamás. Incluso tras mi explicación quedan insatisfechos, porque no consiguen repetirlos", presume en una entrevista que concedió antes de una actuación en San Pietro di Legnago, en diciembre de 2011.

Comunicarse como sacerdote
Y sabe adaptarse a cada público. Le encanta actuar ante los niños, por el interés con el que siguen sus operaciones. Más difícil se lo ponían en la misión capuchina de Wolaita (Etiopía), donde ha estado dos veces. Allí son muy aficionados a los juegos de manos, pero al mismo tiempo muy temerosos de los demonios. Así que introducía fuerzas preternaturales como responsables de sus efectistas juegos, y en alguna ocasión alguno huyó aterrando creyéndole en posesión de alguna fueza misteriosa.

En las catequesis, saca el mazo en cuanto percibe a los niños cansados o empezando a aburrirse: "¡Se despiertan enseguida!", bromeó en declaraciones a Informusic. Y explica la razón de su amor a este arte: "El arte no es algo postizo en ti. En el arte te comunicas a ti mismo: tu pasión, tu gana de vivir, tus miedos, la esperanza, la sonrisa. Comunicas el bagaje de tu existencia. Si eres sacerdote, eso lo comunicas también".

Sínodo de Obispos


A continuación presentamos las intervenciones de los hermanos Capuchinos en el Sínodo de Obispos sobre la Nueva Evangelización.


S.E.R. Mons. John CORRIVEAU, O.F.M. Cap.
Obispo de Nelson (Canadá)


Martes, 9 de octubre de 2012
El Papa Juan Pablo II enseñaba que la comunión es la misión y la respuesta profética de la Iglesia al individualismo de nuestro tiempo. Él hacia hincapié en que la Iglesia cumplirá su misión sólo si fomenta una espiritualidad de comunión (NMI, 43). Una espiritualidad de comunión es profundamente Trinitaria. Cuando el amor Trinitario surgió en el mundo con la encarnación, un nuevo y vital poder de relación y unidad se reveló a la familia humana. La llamada a la comunión es más que un eslogan: es la conversión del corazón.
En la gran explosión misionera de la Iglesia durante el siglo XIX y principios del XX, hubo una gran coherencia entre la comprensión de sí misma por parte de la Iglesia y la espiritualidad que expresaba. La Iglesia se describía a sí misma como una “sociedad perfecta que guiaba a las almas hacia Dios”. Esto halló su expresión en una espiritualidad ascética, una espiritualidad de perfección personal, dando lugar a una gran cantidad de Congregaciones religiosas apostólicas y movimientos eclesiales que llevaron el Evangelio a todo el mundo.
La espiritualidad de comunión debe generar una renovación similar en la Iglesia de hoy, para que dé vida a Congregaciones religiosas y movimientos eclesiales. Los movimientos eclesiales y las Congregaciones religiosas que ya existen deben renovar también su espiritualidad y su misión a la luz de la identidad común de la Iglesia.
Los ministros y agentes pastorales, así como los movimientos eclesiásticos y las Congregaciones religiosas, cuya espiritualidad esté formada y vivificada por el Misterio de la Santísima Trinidad, deben abrir nuevos caminos para el diálogo con nuestro mundo secularizado, contribuyendo de forma importante a la nueva evangelización.

*     *     *


Revdo. P. Mauro JÖHRI, O.F.M. Cap.
Ministro General de la Orden Franciscana de los Frailes Menores Capuchinos


Viernes, 12 de octubre de 2012
Las Órdenes mendicantes contribuirán a la nueva evangelización en la medida en que sepan renovarse conforme al carisma de su fundador y en atenta escucha de las complejas situaciones de nuestro tiempo. Se nos pide una fidelidad creativa como la supo vivir profundamente de modo ejemplar – pongo el ejemplo que me está más cerca – San Francisco de Asís.
¿En qué sentido se puede hablar de Francisco como de un “hombre verdaderamente nuevo”? Creo poder afirmar que él fue un hombre verdaderamente nuevo porque supo proponer de nuevo, de un modo fuerte y convincente, a Jesucristo y su Evangelio. No se puso en el puesto de Cristo: de ninguna manera. Francisco descubrió a Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, como se descubre el tesoro escondido en el campo. Una vez descubierto el tesoro que es Cristo, Éste motivó y acompañó todas las elecciones de la vida de Francisco.
Y para entrar en plena posesión de este tesoro, para ser profundamente transformado mediante el contacto con la persona de Cristo, Francisco abandonó todo, rompió con la familia, asumió una existencia vagabunda, renunció a toda forma de contestación para iniciar un estilo de vida que entonces era completamente inédito. Puso a Cristo en el centro de su vida y para hacerle realmente puesto lo servía en los leprosos, se retiraba gustosamente a vivir en los eremitorios, iba por las plazas predicando penitencia.
Nosotros, religiosos, estamos llamados a poner a Cristo con decisión en el centro de nuestra vida; y esto lleva consigo tener el valor de testimoniarlo abiertamente. No debemos tener miedo de decir que por Él y sólo por Él hemos elegido abrazar la vida religiosa y vivir en recíproca dependencia en fraternidad. Estamos invitados a afirmar que sólo de Él esperamos la recompensa por nuestras renuncias y que la parte mejor todavía debe venir.
*    *    *
S. E. R. Mons. Jesús Esteban SÁDABA PÉREZ, O.F.M. Cap.
Obispo titular de Assura
Vicario Apostólico de Aguarico 
(Ecuador)


Sábado, 13 de octubre de 2012
Anunciar el evangelio en la propia cultura es algo importante para el momento actual, en culturas tradicionales y modernas.
La Encarnación es el fundamento de la inculturación. Mientras no se llega a evangelizar la cultura no penetra el evangelio en la persona. San Pablo quería hacerse “judío con los judíos, griego con los griegos, para llevar a todos a Cristo”.
Al enjuiciar hoy la situación en las culturas ancestrales se considera con frecuencia la presencia del Evangelio como una colonización.
Hay dos actitudes ante esta realidad:
  • la de un estudioso de la “política de las religiones” que afirma que “sólo si es creíble en Europa, la Iglesia será creíble en el mundo”
  • la del Misionero recogida en el consejo dado por Monseñor Alejandro Labaka, obispo misionero muerto con fama de martirio en la amazonia ecuatoriana.
Amar a quienes queremos evangelizar, creer sinceramente que el Espíritu de Dios está actuando en todas las culturas y aceptar que el Evangelio no es patrimonio exclusivo de una cultura sino que puede y debe ser acogido por todas, es lo que llenará de la alegría del Evangelio a todos los pueblos.

Sínodo de obispos sobre la Nueva Evangelización


Homilía de Benedicto XVI 
en la Apertura del Sínodo de los Obispos 
y la proclamación de Doctores de la Iglesia

Domingo, 7 de octubre de 2012

Venerables hermanos,
Queridos hermanos y hermanas:

Con esta solemne concelebración inauguramos la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tiene como tema: La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Esta temática responde a una orientación programática para la vida de la Iglesia, la de todos sus miembros, las familias, las comunidades, la de sus instituciones. Dicha perspectiva se refuerza por la coincidencia con el comienzo del Año de la fe, que tendrá lugar el próximo jueves 11 de octubre, en el 50 aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II. Doy mi cordial bienvenida, llena de reconocimiento, a los que habéis venido a formar parte de esta Asamblea sinodal, en particular al Secretario general del Sínodo de los Obispos y a sus colaboradores. Hago extensivo mi saludo a los delegados fraternos de otras Iglesias y Comunidades Eclesiales, y a todos los presentes, invitándolos a acompañar con la oración cotidiana los trabajos que desarrollaremos en las próximas tres semanas.


Las lecturas bíblicas de la Liturgia de la Palabra de este domingo nos ofrecen dos puntos principales de reflexión: el primero sobre el matrimonio, que retomaré más adelante; el segundo sobre Jesucristo, que abordo a continuación. No tenemos el tiempo para comentar el pasaje de la  carta a los Hebreos, pero debemos, al comienzo de esta Asamblea sinodal, acoger la invitación a fijar los ojos en el Señor Jesús, «coronado de gloria y honor por su pasión y muerte» (Hb 2,9). La Palabra de Dios nos pone ante el crucificado glorioso, de modo que toda nuestra vida, y en concreto la tarea de esta asamblea sinodal, se lleve a cabo en su presencia y a la luz de su misterio. La evangelización, en todo tiempo y lugar, tiene siempre como punto central y último a Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios (cf. Mc 1,1); y el crucifijo es por excelencia el signo distintivo de quien anuncia el Evangelio: signo de amor y de paz, llamada a la conversión y a la reconciliación. Que nosotros venerados hermanos seamos los primeros en tener la mirada del corazón puesta en él, dejándonos purificar por su gracia.

Quisiera ahora reflexionar brevemente sobre la «nueva evangelización», relacionándola con la evangelización ordinaria y con la misión ad gentes. La Iglesia existe para evangelizar. Fieles al mandato del Señor Jesucristo, sus discípulos fueron por el mundo entero para anunciar la Buena Noticia, fundando por todas partes las comunidades cristianas. Con el tiempo, estas han llegado a ser Iglesias bien organizadas con numerosos fieles. En determinados periodos históricos, la divina Providencia ha suscitado un renovado dinamismo de la actividad evangelizadora de la Iglesia. Basta pensar en la evangelización de los pueblos anglosajones y eslavos, o en la transmisión del Evangelio en el continente americano, y más tarde los distintos periodos misioneros en los pueblos de África, Asía y Oceanía. Sobre este trasfondo dinámico, me agrada mirar también a las dos figuras luminosas que acabo de proclamar Doctores de la Iglesia: san Juan de Ávila ysanta Hildegarda de Bingen. También en nuestro tiempo el Espíritu Santo ha suscitado en la Iglesia un nuevo impulso para anunciar la Buena Noticia, un dinamismo espiritual y pastoral que ha encontrado su expresión más universal y su impulso más autorizado en el Concilio Ecuménico Vaticano II. Este renovado dinamismo de evangelización produce un influjo beneficioso sobre las dos «ramas» especificas que se desarrollan a partir de ella, es decir, por una parte, la missio ad gentes, esto es el anuncio del Evangelio a aquellos que aun no conocen a Jesucristo y su mensaje de salvación; y, por otra parte, la nueva evangelización, orientada principalmente a las personas que, aun estando bautizadas, se han alejado de la Iglesia, y viven sin tener en cuenta la praxis cristiana. La Asamblea sinodal que hoy se abre esta dedicada a esta nueva evangelización, para favorecer en estas personas un nuevo encuentro con el Señor, el único que llena de significado profundo y de paz la existencia; para favorecer el redescubrimiento de la fe, fuente de gracia que trae alegría y esperanza a la vida personal, familiar y social. Obviamente, esa orientación particular no debe disminuir el impulso misionero, en sentido propio, ni la actividad ordinaria de evangelización en nuestras comunidades cristianas.

En efecto, los tres aspectos de la única realidad de evangelización se completan y fecundan mutuamente.

El tema del matrimonio, que nos propone el Evangelio y la primera lectura, merece en este sentido una atención especial. El mensaje de la Palabra de Dios se puede resumir en la expresión que se encuentra en el libro del Génesis y que el mismo Jesús retoma: «Por eso abandonará el varón a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne» (Gn 1,24, Mc 10,7-8).

¿Qué nos dice hoy esta palabra? Pienso que nos invita a ser más conscientes de una realidad ya conocida pero tal vez no del todo valorizada: que el matrimonio constituye en sí mismo un evangelio, una Buena Noticia para el mundo actual, en particular para el mundo secularizado.

La unión del hombre y la mujer, su ser «una sola carne» en la caridad, en el amor fecundo e indisoluble, es un signo que habla de Dios con fuerza, con una elocuencia que en nuestros días llega a ser mayor, porque, lamentablemente y por varias causas, el matrimonio, precisamente en las regiones de antigua evangelización, atraviesa una profunda crisis. Y no es casual. El matrimonio está unido a la fe, no en un sentido genérico. El matrimonio, como unión de amor fiel e indisoluble, se funda en la gracia que viene de Dios Uno y Trino, que en Cristo nos ha amado con un amor fiel hasta la cruz. Hoy podemos percibir toda la verdad de esta afirmación, contrastándola con la dolorosa realidad de tantos matrimonios que desgraciadamente terminan mal. Hay una evidente correspondencia entre la crisis de la fe y la crisis del matrimonio. Y, como la Iglesia afirma y testimonia desde hace tiempo, el matrimonio está llamado a ser no sólo objeto, sino sujeto de la nueva evangelización. Esto se realiza ya en muchas experiencias, vinculadas a comunidades y movimientos, pero se está realizando cada vez más también en el tejido de las diócesis y de las parroquias, como ha demostrado el reciente Encuentro Mundial de las Familias.

Una de las ideas clave del renovado impulso que el Concilio Vaticano II ha dado a la evangelización es la de la llamada universal a la santidad, que como tal concierne a todos los cristianos (cf. Const. Lumen gentium, 39-42). Los santos son los verdaderos protagonistas de la evangelización en todas sus expresiones. Ellos son, también de forma particular, los pioneros y los que impulsan la nueva evangelización: con su intercesión y el ejemplo de sus vidas, abierta a la fantasía del Espíritu Santo, muestran la belleza del Evangelio y de la comunión con Cristo a las personas indiferentes o incluso hostiles, e invitan a los creyentes tibios, por decirlo así, a que con alegría vivan de fe, esperanza y caridad, a que descubran el «gusto» por la Palabra de Dios y  los sacramentos, en particular por el pan de vida, la eucaristía. Santos y santas florecen entre los generosos misioneros que anuncian la buena noticia a los no cristianos, tradicionalmente en los países de misión y actualmente en todos los lugares donde viven personas no cristianas.

La santidad no conoce barreras culturales, sociales, políticas, religiosas. Su lenguaje – el del amor y la verdad – es comprensible a todos los hombres de buena voluntad y los acerca a Jesucristo, fuente inagotable de vida nueva.

A este respecto, nos paramos un momento para admirar a los dos santos que hoy han sido agregados al grupo escogido de los doctores de la Iglesia. San Juan de Ávila vivió en el siglo XVI. Profundo conocedor de las Sagradas Escrituras, estaba dotado de un ardiente espíritu misionero. Supo penetrar con singular profundidad en los misterios de la redención obrada por Cristo para la humanidad. Hombre de Dios, unía la oración constante con la acción apostólica.

Se dedicó a la predicación y al incremento de la práctica de los sacramentos, concentrando sus esfuerzos en mejorar la formación de los candidatos al sacerdocio, de los religiosos y los laicos, con vistas a una fecunda reforma de la Iglesia.

Santa Hildegarda de Bilden, importante figura femenina del siglo XII, ofreció una preciosa contribución al crecimiento de la Iglesia de su tiempo, valorizando los dones recibidos de Dios y mostrándose una mujer de viva inteligencia, profunda sensibilidad y reconocida autoridad espiritual. El Señor la dotó de espíritu profético y de intensa capacidad para discernir los signos de los tiempos. Hildegarda alimentaba un gran amor por la creación, cultivó la medicina, la poesía y la música. Sobre todo conservó siempre un amor grande y fiel por Cristo y su Iglesia.

La mirada sobre el ideal de la vida cristiana, expresado en la llamada a la santidad, nos impulsa a mirar con humildad la fragilidad de tantos cristianos, más aun, su pecado, personal y comunitario, que representa un gran obstáculo para la evangelización, y a reconocer la fuerza de Dios que, en la fe, viene al encuentro de la debilidad humana. Por tanto, no se puede hablar de la nueva evangelización sin una disposición sincera de conversión. Dejarse reconciliar con Dios y con el prójimo (cf. 2 Cor 5,20) es la vía maestra de la nueva evangelización. Unicamente purificados, los cristianos podrán encontrar el legítimo orgullo de su dignidad de hijos de Dios, creados a su imagen y redimidos con la sangre preciosa de Jesucristo, y experimentar su alegría para compartirla con todos, con los de cerca y los de lejos.

Queridos hermanos y hermanas, encomendemos a Dios los trabajos de la Asamblea sinodal con el sentimiento vivo de la comunión de los santos, invocando la particular intercesión de los grandes evangelizadores, entre los cuales queremos contar con gran afecto al beato Juan Pablo II, cuyo largo pontificado ha sido también ejemplo de nueva evangelización. Nos ponemos bajo la protección de la bienaventurada Virgen María, Estrella de la nueva evangelización. Con ella invocamos una especial efusión del Espíritu Santo, que ilumine desde lo alto la Asamblea sinodal y la haga fructífera para el camino de la Iglesia.

Poesía capuchina



Sínodo sobre la Nueva Evangelización



El 28 de octubre inicia la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos con el tema “La nueva evangelización para la trasmisión de la fe cristiana”, buscando reflexionar sobre el modo de reavivar la fe en las sociedades cristianas donde se ha enfriado la práctica religiosa y donde la percepción de lo sobrenatural ha prácticamente desaparecido de la cultura y la vida cotidiana.

La asamblea sinodal incluye a 262 patriarcas, cardenales y obispos. Y además a 45 expertos, 49 oyentes, 15 delegados fraternos de otras iglesias cristianas y tres invitados especiales. Con traductores y asistentes el número de participantes llega a 400 personas.

Los hermanos capuchinos que participaran en el sínodo son: Mons. Beatus Kinyaiya, Obispo de Mbulu, Tanzania; Mons. John Corriveau, Obispo de Nelson Canada;  Mons. Jesús Esteban Sádaba, Obispo del Vicario Apostólico de Aguarico, Ecuador; Rev.do P. Mauro Jöhri, Ministro General; P. Paolo MARTINELLI, Director del Instituto Franciscano de Espiritualidad en la Pontificia Universidad “Antonianum”.

Durante la ceremonia de apertura, este domingo, el Papa proclamará Doctores de la Iglesia a san Juan de Ávila, sacerdote español del siglo XVI, y a Hildegarda de Bingen, benedictina alemana del siglo XII, mística, científica, compositora musical, artista y poeta, una de las mujeres más excepcionales de su tiempo pues predicaba en latín a los clérigos y en alemán al pueblo en sus viajes apostólicos encomendados por el Papa.

El Sínodo acogerá con especial afecto a 12 de los 69 padres conciliares que participaron en el Concilio Vaticano II y que han sobrevivido este medio siglo. El día 11 de octubre, 50 aniversario de la apertura de aquel vigésimo primer concilio en la historia de la Iglesia, Benedicto XVI inaugurará el «Año de la Fe».

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