El Dios de Jesús


Jesús no habla ya de la “ira de Dios”, como el Bautista, sino de su “compasión”. Dios no viene como juez airado, sino como padre de amor desbordante. La gente lo escucha asombrada, pues todos se estaban preparando para recibirlo como juez terrible. Así lo decían los escritos del tiempo: “Se levantará de su trono con indignación y cólera”, “se vengará de todos sus enemigos”, “hará desaparecer de la tierra a los que han encendido su ira”, “ninguno de los malvados se salvará el día del juicio de la ira”. Según Marcos 1,24, los espíritus malignos que atormentan a los poseídos increpan así a Jesús: “¿Has venido a destruirnos?”. Así hablan escritos como el Primer libro de Henoc, la Ascensión de Moisés o los Salmos de Salomón.

Jesús, por el contrario, busca la destrucción de Satán, símbolo del mal, pero no la de los paganos ni los pecadores. No se pone nunca de parte del pueblo judío y en contra de los pueblos paganos: el reino de Dios no va a consistir en una victoria de Israel que destruya para siempre a los gentiles. No se pone tampoco de parte de los justos y en contra de los pecadores: el reino de Dios no va a consistir en una victoria de los santos para hacer pagar a los malos sus pecados. Se pone a favor de los que sufren y en contra del mal, pues el reino de Dios consiste en liberar a todos de aquello que les impide vivir de manera digna y dichosa.

Si Dios viene a “reinar”, no es para manifestar su poderío por encima de todos, sino para manifestar su bondad y hacerla efectiva. Es curioso observar cómo Jesús, que habla constantemente del “reino de Dios”, no llama a Dios “rey”, sino “padre”. Los pocos textos que hablan de Dios como “rey” son secundarios o se encuentran entre el material especial proveniente de Mateo (5,35; 18,23; 22,2; 25,34). Su reinado no es para imponerse a nadie por la fuerza, sino para introducir en la vida su misericordia y llenar la creación entera de su compasión. Esta misericordia, acogida de manera responsable por todos, es la que puede destruir a Satán, personificación de ese mundo hostil que trabaja contra Dios y contra el ser humano.

Jesús destaca en sus parábolas la “compasión” como el rasgo principal de Dios (Lucas 15,11-31; Mateo 18,18-35; 20,1-16). Por otra parte, según los evangelios, la “compasión” es lo que caracteriza su comportamiento ante los que sufren (Marcos 1,41; 6,34; Mateo 9,36; 14,14; 15,32; 20,34; Lucas 7,13). Se emplea siempre un verbo muy expresivo, splanjnizomai, que significa literalmente que a Jesús (y a Dios) le “tiemblan las entrañas” al ver a la gente sufriendo.


PAGOLA, JOSÉ ANTONIO. JESÚS, Aproximación histórica.

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