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    Los Capuchinos somos la rama más joven de los franciscanos, remontándonos a 1525…

Asís ante Francisco


Quedan pocas horas para la llegada del Santo Padre a la ciudad italiana de Asís, un esperado viaje con mucho significado, ya que el Papa visitará por primera vez, el lugar de donde tomó su nombre justamente el día en que toda la Iglesia celebra la festividad de San Francisco de Asís. Escuchemos a nuestro enviado especial, el Jesuita Guillermo Ortiz, quien ya se encuentra en la ciudad de la Paz, en medio de los peregrinos, esperando la llegada de Francisco.

Una ruptura para la paz, Asís ante el Papa

Francisco de Asís rompió en sí mismo con la idolaría del dinero, se liberó, lucho por la paz y la vida primero dentro de sí mismo.

Mientras que la mayoría de las rupturas destruyen la paz, porque generan desentendimiento, división, dado que las partes, cerradas a sus propios intereses resultan enfrentadas, como pasa hoy en diversos lugares del mundo con la guerra, en familias enteras divididas; en el mismo corazón del hombre tironeado por afectos desordenados, descuartizado por intereses contradictorios, hay una ruptura que genera libertad, paz, vida, bien.

Francisco de Asís era hijo de un hombre muy rico, que seducido por la extraordinaria belleza del amor de Dios en sus creaturas, decidió liberarse de la idolotría del dinero.

Esa ruptura con su padre sanguineo fue un escándalo, porque en una calle de Asís, Francisco reconoció sólo a Dios como su Padre y devolvió a su progenitor hasta la misma ropa que vestía y se quedó totalmente desnudo de todo, sin protección material alguna, pero también sin dependencia alguna, que no fuera la caricia del amor de Dios a sus creaturas.

Una ruptura terrible, tremenda, que sólo es posible con una decisión firme y determinada. Iluminada y fortalecida por la gracia de Dios.

Francisco de Asís no se quedó encerrado en los intereses del egoísmo mezquino y dañino. Cortó por lo sano con todo aquello donde en él pudiera arraigarse la idolatría del dinero, para abandonarse absolutamente y sin nada a la providencia, a la voluntad, al amor de Dios.

Con esta elección toda a favor de Cristo que se hizo pobre en el pesebre y fue despojado hasta de la misma vida en la cruz, Francisco de Asís, el gran santo de Italia y del mundo, iluminó con la bendición de Dios esta bellísima región y la convirtió en la Tierra Santa de Italia para el mundo.

El 13 de marzo de 2013 en el Vaticano, el cónclave de cardenales eligió a Jorge Mario Bergoglio como nuevo Obispo de Roma y el mismo día Bergoglio decidió llamarse “Francisco”, como el pobrecito de Asís que lo espera para arroparlo con su espíritu de pobreza que salva de la idolatría y nos abre el corazón al hermano; la única ruptura que genera paz en el corazón humano, en la familia, en el mundo.

Guillermo Ortiz

Domund 2013

Mensaje del Papa Francisco para el día del Domund 2013

Queridos hermanos y hermanas: Este año celebramos la Jornada Mundial de las Misiones mientras se clausura el Año de la fe, ocasión importante para fortalecer nuestra amistad con el Señor y nuestro camino como Iglesia que anuncia el Evangelio con valentía. En esta prospectiva, quisiera proponer algunas reflexiones. 

1. La fe es un don precioso de Dios, que abre nuestra mente para que lo podamos conocer y amar, Él quiere relacionarse con nosotros para hacernos partícipes de su misma vida y hacer que la nuestra esté más llena de significado, que sea más buena, más bella. Dios nos ama. Pero la fe necesita ser acogida, es decir, necesita nuestra respuesta personal, el coraje de poner nuestra confianza en Dios, de vivir su amor, agradecidos por su infinita misericordia. Es un don que no se reserva sólo a unos pocos, sino que se ofrece a todos generosamente. Todo el mundo debería poder experimentar la alegría de ser amados por Dios, el gozo de la salvación. Y es un don que no se puede conservar para uno mismo, sino que debe ser compartido. Si queremos guardarlo sólo para nosotros mismos, nos convertiremos en cristianos aislados, estériles y enfermos. El anuncio del Evangelio es parte del ser discípulos de Cristo y es un compromiso constante que anima toda la vida de la Iglesia. «El impulso mis ionero es una señal clara de la madurez de una comunidad eclesial» (Benedicto XVI, Exhort. ap. Verbum Domini, 95). Toda comunidad es “adulta”, cuando profesa la fe, la celebra con alegría en la liturgia, vive la caridad y proclama la Palabra de Dios sin descanso, saliendo del propio ambiente para llevarla también a las “periferia”, especialmente a aquellas que aún no han tenido la oportunidad de conocer a Cristo. La fuerza de nuestra fe, a nivel personal y comunitario, también se mide por la capacidad de comunicarla a los demás, de difundirla, de vivirla en la caridad, de dar testimonio a las personas que encontramos y que comparten con nosotros el camino de la vida.

2. El Año de la fe, a cincuenta años de distancia del inicio del Concilio Vaticano II, es un estímulo para que toda la Iglesia reciba una conciencia renovada de su presencia en el mundo contemporáneo, de su misión entre los pueblos y las naciones. La misionariedad no es sólo una cuestión de territorios geográficos, sino de pueblos, de culturas e individuos independientes, precisamente porque los “confines” de la fe no sólo atraviesan lugares y tradiciones humanas, sino el corazón de cada hombre y cada mujer. El Concilio Vaticano II destacó de manera especial cómo la tarea misionera, la tarea de ampliar los confines de la fe es un compromiso de todo bautizado y de todas las comunidades cristianas: «Viviendo el Pueblo de Dios en comunidades, sobre todo diocesanas y parroquiales, en las que de algún modo se hace visible, a ellas pertenece también dar testimonio de Cristo delante de las gentes» (Decr. Ad gentes, 37). Por tanto, se pide y se invita a toda comunidad a hacer propio el mandato confiado por Jesús a los Apóstoles de ser sus «testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra» (Hch 1,8), no como un aspecto secundario de la vida cristiana, sino como un aspecto esencial: todos somos enviados por los senderos del mundo para caminar con nuestros hermanos, profesando y dando testimonio de nuestra fe en Cristo y convirtiéndonos en anunciadores de su Evangelio. Invito a los obispos, a los sacerdotes, a los consejos presbiterales y pastorales, a cada persona y grupo responsable en la Iglesia a dar relieve a la dimensión misionera en los programas pastorales y formativos, sintiendo que el propio compromiso apostólico no está completo si no contiene el propósito de “dar testimonio de Cristo ante las naciones”, ante todos los pueblos. La misionariedad no es sólo una dimensión programática en la vida cristiana, sino también una dimensión paradigmática que afecta a todos los aspectos de la vida cristiana.

3. A menudo, la obra de evangelización encuentra obstáculos no sólo fuera, sino dentro de la comunidad eclesial. A veces el fervor, la alegría, el coraje, la esperanza en anunciar a todos el mensaje de Cristo y ayudar a la gente de nuestro tiempo a encontrarlo son débiles; en ocasiones, todavía se piensa que llevar la verdad del Evangelio es violentar la libertad. A este respecto, Pablo VI usa palabras iluminadoras: «Sería… un error imponer cualquier cosa a la conciencia de nuestros hermanos. Pero proponer a esa conciencia la verdad evangélica y la salvación ofrecida por Jesucristo, con plena claridad y con absoluto respeto hacia las opciones libres que luego pueda hacer… es un homenaje a esta libertad» (Exhort, Ap. Evangelii nuntiandi, 80). Siempre debemos tener el valor y la alegría de proponer, con respeto, el encuentro con Cristo, de hacernos heraldos de su Evangelio, Jesús ha venido entre nosotros para mostrarnos el camino de la salvación, y nos ha confiado la misión de darlo a conocer a todos, hasta los confines de la tierra. Con frecuencia, vemos que lo que se destaca y se propone es la violencia, la mentira, el error. Es urgente hacer que resplandezca en nuestro tiempo la vida buena del Evangelio con el anuncio y el testimonio, y esto desde el interior mismo de la Iglesia. Porque, en esta perspectiva, es importante no olvidar un principio fundamental de todo evangelizador: no se puede anunciar a Cristo sin la Iglesia. Evangelizar nunca es un acto aislado, individual, privado, sino que es siempre eclesial. Pablo VI escribía que «cuando el más humilde predicador, catequista o Pastor, en el lugar más apartado, predica el Evangelio, reúne su pequeña comunidad o administra un sacramento, aun cuando se encuentra solo, ejerce un acto de Iglesia»; no actúa «por una misión que él se atribuye o por inspiración personal, sino en unión con la misión de la Iglesia y en su nombre» (ibíd., 60). Y esto da fuerza a la misión y hace sentir a cada misi onero y evangelizador que nunca está solo, que forma parte de un solo Cuerpo animado por el Espíritu Santo.

4. En nuestra época, la movilidad generalizada y la facilidad de comunicación a través de los nuevos medios de comunicación han mezclado entre sí los pueblos, el conocimiento, las experiencias. Por motivos de trabajo, familias enteras se trasladan de un continente a otro; los intercambios profesionales y culturales, así como el turismo y otros fenómenos análogos empujan a un gran movimiento de personas. A veces es difícil, incluso para las comunidades parroquiales, conocer de forma segura y profunda a quienes están de paso o a quienes viven de forma permanente en el territorio. Además, en áreas cada vez más grandes de las regiones tradicionalmente cristianas crece el número de los que son ajenos a la fe, indiferentes a la dimensión religiosa o animados por otras creencias. Por tanto, no es raro que algunos bautizados escojan estilos de vida que les alejan de la fe, convirtiéndolos en necesitados de una “nueva evangelización”. A esto se suma el hecho de que a una gran parte de la humanidad todavía no le ha llegado la buena noticia de Jesucristo. Y que vivimos en una época de crisis que afecta a muchas áreas de la vida, no sólo la economía, las finanzas, la seguridad alimentaria, el medio ambiente, sino también la del sentido profundo de la vida y los valores fundamentales que la animan. La convivencia humana está marcada por tensiones y conflictos que causan inseguridad y fatiga para encontrar el camino hacia una paz estable. En esta situación tan compleja, donde el horizonte del presente y del futuro parece estar cubierto por nubes amenazantes, se hace aún más urgente el llevar con valentía a todas las realidades, el Evangelio de Cristo, que es anuncio de esperanza, reconciliación, comunión; anuncio de la cercanía de Dios, de su misericordia, de su salvación; anuncio de que el poder del amor de Dios es capaz de vencer las tinieblas del mal y conducir hacia el camino del bien. El hombre de nuestro tiempo necesita una luz fuerte que ilumine su cam ino y que sólo el encuentro con Cristo puede darle. Traigamos a este mundo, a través de nuestro testimonio, con amor, la esperanza que se nos da por la fe. La naturaleza misionera de la Iglesia no es proselitista, sino testimonio de vida que ilumina el camino, que trae esperanza y amor. La Iglesia –lo repito una vez más– no es una organización asistencial, una empresa, una ONG, sino que es una comunidad de personas, animadas por la acción del Espíritu Santo, que han vivido y viven la maravilla del encuentro con Jesucristo y desean compartir esta experiencia de profunda alegría, compartir el mensaje de salvación que el Señor nos ha dado. Es el Espíritu Santo quién guía a la Iglesia en este camino.

5. Quisiera animar a todos a ser portadores de la buena noticia de Cristo, y estoy agradecido especialmente a los misioneros y misioneras, a los presbíteros fidei donum, a los religiosos y religiosas y a los fieles laicos –cada vez más numerosos– que, acogiendo la llamada del Señor, dejan su patria para servir al Evangelio en tierras y culturas diferentes de las suyas. Pero también me gustaría subrayar que las mismas iglesias jóvenes están trabajando generosamente en el envío de misioneros a las iglesias que se encuentran en dificultad –no es raro que se trate de Iglesias de antigua cristiandad– llevando la frescura y el entusiasmo con que estas viven la fe que renueva la vida y da esperanza. Vivir en este aliento universal, respondiendo al mandato de Jesús «Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones» (Mt 28,19) es una riqueza para cada una de las iglesias particulares, para cada comunidad, y donar misioneros y misioneras nunca es una pérdida sino una ganancia. Hago u n llamamiento a todos aquellos que sienten la llamada a responder con generosidad a la voz del Espíritu Santo, según su estado de vida, y a no tener miedo de ser generosos con el Señor. Invito también a los obispos, las familias religiosas, las comunidades y todas las agregaciones cristianas a sostener, con visión de futuro y discernimiento atento, la llamada misionera ad gentes y a ayudar a las iglesias que necesitan sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos para fortalecer la comunidad cristiana. Y esta atención debe estar también presente entre las iglesias que forman parte de una misma Conferencia Episcopal o de una Región: es importante que las iglesias más ricas en vocaciones ayuden con generosidad a las que sufren por su escasez.

Al mismo tiempo exhorto a los misioneros y a las misioneras, especialmente los sacerdotes fidei donum y a los laicos, a vivir con alegría su precioso servicio en las iglesias a las que son destinados, y a llevar su alegría y su experiencia a las iglesias de las que proceden, recordando cómo Pablo y Bernabé, al final de su primer viaje misionero «contaron todo lo que Dios había hecho a través de ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles» (Hch 14,27). Ellos pueden llegar a ser un camino hacia una especie de “restitución” de la fe, llevando la frescura de las Iglesias jóvenes, de modo que las Iglesias de antigua cristiandad redescubran el entusiasmo y la alegría de compartir la fe en un intercambio que enriquece mutuamente en el camino de seguimiento del Señor.

La solicitud por todas las Iglesias, que el Obispo de Roma comparte con sus hermanos en el episcopado, encuentra una actuación importante en el compromiso de las Obras Misionales Pontificias, que tienen como propósito animar y profundizar la conciencia misionera de cada bautizado y de cada comunidad, ya sea reclamando la necesidad de una formación misionera más profunda de todo el Pueblo de Dios, ya sea alimentando la sensibilidad de las comunidades cristianas a ofrecer su ayuda para favorecer la difusión del Evangelio en el mundo.

Por último, me refiero a los cristianos que, en diversas partes del mundo, se encuentran en dificultades para profesar abiertamente su fe y ver reconocido el derecho a vivirla con dignidad. Ellos son nuestros hermanos y hermanas, testigos valientes –aún más numerosos que los mártires de los primeros siglos– que soportan con perseverancia apostólica las diversas formas de persecución actuales. Muchos también arriesgan su vida por permanecer fieles al Evangelio de Cristo. Deseo asegurarles que me siento cercano en la oración a las personas, a las familias y a las comunidades que sufren violencia e intolerancia, y les repito las palabras consoladoras de Jesús: «Confiad, yo he vencido al mundo» (Jn 16,33).

Benedicto XVI exhortaba: « ‘Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada’ (2 Ts 3, 1): que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero» (Carta Ap. Porta fidei, 15). Este es mi deseo para la Jornada Mundial de las Misiones de este año. Bendigo de corazón a los misioneros y misioneras, y a todos los que acompañan y apoyan este compromiso fundamental de la Iglesia para que el anuncio del Evangelio pueda resonar en todos los rincones de la tierra, y nosotros, ministros del Evangelio y misioneros, experimentaremos “la dulce y confortadora alegría de evangelizar” (Pablo VI, Exhort. Ap. Evangelii nuntiandi, 80).

Vaticano, 19 de mayo de 2013, Solemnidad de Pentecostés

FRANCISCO

Septiembre, mes de la Biblia!


Señor Jesús, tú eres la Palabra, el Hijo que nos habla de Dios Padre.
Y nos hablas de muchas maneras a través de los acontecimientos de nuestras vidas;
pero especialmente nos hablas a través de la Palabra escrita, a través de la Biblia, el libro de los libros.
Señor Jesús, hoy nos recuerdas que te hiciste libro para que te encarnemos, te leamos y por dentro Tú nos leas y nos comas. 
Así alcanzaremos la vida sobreabundante que nos regalas, el Pan de la vida que 
alimenta la esperanza que no falla y el vino del banquete de todos los pueblos.
Señor Jesús, tú que eres la Palabra, el Rey que celebra sus bodas, nos sigues llamando constantemente 
a escucharte para que seamos tus discípulos y tus misioneros.
Te pedimos que leyéndote, escuchemos tu voz; que tú que eres la Palabra de Vida estés siempre en nuestras mentes, 
en nuestras manos y en nuestros corazones de modo que transformes nuestras vidas y hablemos de ti a los demás. 
Amén.

Parroquia Capuchina



Parroquia de la Inmaculada y San Pío / Colonia Las Águilas, México D.F.

• Mediante un proyecto parroquial, los fieles de esta comunidad desarrolla sus talentos.

Los fieles católicos desarrollan sus talentos al participar en alguno de los 11 grupos de acción social que forman parte de un proyecto integral impulsado por la Parroquia de la Inmaculada y San Pío.

Los devotos exploran su capacidad de superación personal cuando descubren nuevas oportunidades de bienestar, a partir de que reciben preparación espiritual, así como capacitación formal de instructores, al interior de esta parroquia encabezada por el P. Jesús Ma. Bezunartea, de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos.

El funcionamiento de la parroquia y la casa anexa de religiosos capuchinos, así como el referido proyecto integral, son supervisados por el P. Bezunartea, quien coordina además todos los servicios que brinda esta comunidad religiosa en esa zona al poniente de la capital.
Los frailes capuchinos se inclinan, entre sus diversos carismas, por impartir los sacramentos de la Confesión y la Eucaristía, a ejemplo de san Pío de Pietrelcina. Esta parroquia refleja la sencillez franciscana, así como el compromiso por servir a los demás.

A desarrollar sus talentos
Cada elemento de este templo invita al visitante a impregnarse de la vida espiritual, caracterizada por el orden, el silencio y la pulcritud de los frailes capuchinos. El P. Bezunartea considera que es un lugar adecuado para poner en práctica este modo de vida que equilibra la espiritualidad y la oración con el servicio al prójimo.

La acción social es un cargo clave que está al cuidado de una coordinadora, la hermana María de los Ángeles Huerta, quien muestra a los fieles distintas opciones para integrarse a alguno de los grupos de servicio: Eucaristía, Catequesis, Adoración Nocturna, Catecumenado, Pastoral Familiar o Juvenil, entre otros.

El P. Bezunartea exhorta constantemente a los habitantes del lugar a acercarse a los grupos de acción social que dan cursos de alfabetización y regularización académica, corte y confección, o de cómo ser una joven madre de familia.

Los adultos mayores cuentan con espacios, lo mismo que quienes solicitan ayuda a causa de las adicciones, como los que buscan consejos para ampliar y mejorar su casa, entre otras opciones. “Las personas que necesitan empleo, pueden visitar nuestra bolsa de trabajo”, sugirió el sacerdote, quien promueve además un bazar parroquial en el que se vende ropa seminueva a un precio accesible, así como el servicio médico.

Invaluable apoyo vecinal
Los 11 frailes y cinco sacerdotes que habitan la casa de religiosos están atentos a las necesidades de la comunidad al recorrer las calles, con las brigadas evangelizadoras que formaron para tal fin. El titular de la parroquia aprecia el apoyo de los vecinos que les ayudan a contactar con más personas para anunciarles el kerigma.

El P. Bezunartea basa sus esperanzas en que la gente despierte su conciencia mediante la renovación de los valores del Evangelio, y los invita a participar en las actividades de la iniciativa ‘Familia Evangelizadora’, que esta comunidad religiosa puso en  marcha con motivo del Año de la Fe.

Las instalaciones parroquiales son funcionales y accesibles. El aroma a madera y la calma impregnan su interior. Ahí, en la entrada, está una mesa donde el P. Bezunartea dispuso colocar los ejemplares del periódico Desde la fe, que los lectores del rumbo agotan cada semana, y junto se colocó la alcancía para depositar el importe sugerido.

Con la misma funcionalidad, las cubiertas de ónix suavizan la iluminación emitida por los tubos fluorescentes. Las plantas y flores tienen un esmerado trabajo de jardinería. Estos son detalles pequeños y grandes, que invitan al visitante a envolverse en la atmósfera de espiritualidad de la llamada ‘iglesia de piedra’, como también se le conoce por la zona.

Ficha técnica
Parroquia de la Inmaculada y San Pío
Párroco: P. Jesús Ma. Bezunartea.
Domicilio: Av. Gutiérrez Zamora, esq. Ribera, Colonia Las Águilas, Delegación Álvaro Obregón.
Vicaría: VI. Decanato: 8.
Teléfono: 5593-0022.
Página web: www.parroquiacap.blogspot.com

50 AÑOS DE PROFESIÓN RELIGIOSA


HNO. JESÚS MA. BEZUNARTEA

Fr. Jesús Ma. Bezunartea, segundo hijo de cinco del matrimonio de Valeriano Bezunartea y Tomasa Salcedo, nació el 09 de diciembre de 1943 en Uncastillo, Aragón. Ingresó al seminario menor de los Capuchinos en Alsasua a los diez años. El 14 de agosto de 1962 inició su noviciado en Sangüesa y un año después, el 15 de agosto de 1963, hizo su profesión temporal. Tres años más tarde la profesión perpetua el 17 de septiembre. El 11 de marzo de 1967 en Pamplona recibió la ordenación sacerdotal. Fue enviado como misionero a Filipinas el 08 de junio de 1968, donde trabajó como en un colegio siete años y los seis últimos como párroco. El 02 de agosto de 1982  salía de Filipinas rumbo a México cruzando el Pacífico. En México ha trabajado como asistente de las hermanas Capuchinas los 15 primeros años, cuatro como Ministro de los hermanos de México, nueve como formador de los hermanos en el noviciado y postnoviciado. En la actualidad sirve como párroco y guardián en la comunidad parroquial y capuchina de Las Aguilas, México DF. 

TE INVITO UN CAPUCHINO…  
ENTREVISTA A FR. JESÚS MA. BEZUNARTEA

Podrías señalar las fechas más importantes de tu vida?
Son tantas, como el día de celebrar mis 50 años de profesión en la vida capuchina. Yo suelo decir que la fecha más importante es el día de hoy. Pero bueno, respondiendo de forma convencional a tu pregunta diré que después del día de mi nacimiento y mi bautismo, fechas importantes son la de mi entrada en el seminario capuchino, creo que el 30 de agosto de 1954; mi profesión religiosa el 15 de agosto de 1963; mi ordenación sacerdotal el día 11 de marzo de 1967; mi llegada a Filipinas el 2 de Julio de 1968 y mi llegada a México el 9 de agosto de 1982.

Qué recuerdos religiosos tienes de tu infancia? ¿Cómo sentiste tu vocación?
De niño recuerdo el día de mi primera comunión como una fecha muy significativa; los años en que fui alimentando mi deseos de ser sacerdote capuchino hasta que cumplí los 10 años y un capuchino vino a la escuela del pueblo donde vivía preguntando quién quería ser capuchino; recuerdo que mis padres nos inculcaron la responsabilidad en las prácticas religiosas de la Misa y demás sacramentos; mi alegría de ser monaguillo desde los 8 años; los primeros años del seminario menor. La vocación la sentí desde niño, sobre todo cuando a los cuatro años conocí a los capuchinos.

Cómo te defines a  ti mismo? ¿Cuál es tu estilo personal?
Yo me veo optimista y feliz, con grandes ideales desde niño cuando nos inspiraban a ser misioneros en lejanas tierras y “al pie de un árbol morir”. Me veo plenamente realizado en mi vida como capuchino y sacerdote. La vocación sacerdotal la tuve siempre más clara que la vocación capuchina y desde mi ordenación me vi como una persona al “servicio de los demás”. Me gusta estar cercano a la gente y verme como su servidor porque tengo mucho que dar de lo que he recibido en mi vocación. Me considero una persona muy bendecida por Dios en mi familia y en mi vocación, en los formadores que tuve y en tantos hermanos que me han apoyado en todas las etapas de mi vida.

Cuáles han sido las dificultades en su vocación?
Dificultades las he tenido en los primeros 10/15 de mi ministerio para afianzar mi vocación mientras iba madurando como persona. Tuve algunas dudas en algunos años. El salir de un ambiente conventual a la vida ministerial en Filipinas fue un tiempo de ajuste y de aclarar mi opción vocacional. No fui de decisiones rápidas y emocionales, por ello creo que he perseverado tanto en los años de formación desde la adolescencia hasta la profesión perpetua y ordenación como en años de confrontación de valores en mis veintes.

Qué significó para ti tu profesión religiosa y tu ordenación sacerdotal?
Fueron decisiones fuertes de mucha reflexión y asesoría espiritual, porque eran decisiones para toda la vida.

Cómo vives el altar y el confesionario?
La Eucaristía es para mí el servicio más importante a la comunidad eclesial; el confesionario también es muy importante y fuente de muchas alegrías aunque también de mucha paciencia.

Qué te hace feliz en esta vida?
En mi vida religiosa me hace feliz vivir el carisma franciscano y ser testigo de los valores evangélicos; el vivir alegre mi castidad demostrando que Dios llena el corazón de seguridad, de felicidad y de amor. En mi sacerdocio me hace feliz el administrar la gracia, el amor y el perdón de Dios con alegría y gratuitamente.

Cuál es tu sueño en la VR?
Ser testimonio del Reino de los cielos a través de la vivencia de los tres votos y del carisma franciscano capuchino.

Cómo vives tus 50 años de profesión religiosa?
Con mucha alegría, agradecimiento y emoción.

Quién es Dios para ti?
Dios es mi Padre, nuestro Padre, que se me acerca en Jesucristo y que me acompaña en el Espíritu Santo.

Dónde están los pobres en tu vida?
Son la gente con la que me siento más capuchino y sacerdote. Uno de los piropos que una persona me dijo, echándomelo en cara, hace muchos años siendo párroco, fue: “A usted sólo le importan los pobres”. No me lo creí pero me agradó.

Qué significa para ti ser Fraile Capuchino hoy?
Ser hermano y tratar de actualizar el espíritu de fraternidad y de paz de Francisco de Asís.

Cómo ves a nuestra Iglesia hoy? Cuáles son los retos que hay que afrontar?
A la Iglesia la veo demasiado institucionalizada; demasiado criticada. “Me duele la Iglesia”, inspirado en otro famoso que dijo una frase semejante. Y el reto es el del Papa Francisco: hacer de la Iglesia la comunidad de hermanos seguidores de Jesús, que no haya que acercarla a nadie, sino que viva y se encuentre entre todos los seres humanos que quieren seguir a Jesucristo. No hay que ir a buscar a los alejados sino vivir entre ellos y que la Iglesia este donde ellos están como el pastor, que está junto a la oveja descarriada. No son ellos (los marginados o no creyentes) los alejados sino ella (la Iglesia) la que se ha alejado y se ha asentado en sus fortalezas institucionales de palacios, monumentos, catedrales, etc.

Hacia dónde caminamos como humanidad?
Creo que caminamos hacia una aparente deshumanización que desembocará en tomar conciencia de que nos necesitamos y de que tenemos que volver a valorarnos.

Qué les dices a los jóvenes que optan por la vida religiosa desde tu experiencia?
Les digo que si quieren jugarse la vida por Dios y por los hombres como Jesucristo están el camino correcto.



El hno. Jesús Ma., por sus 50 años de profesión ha escrito este poema:


Erase un 15 de agosto,
en el pueblo de Sangüesa,
casi se olía ya el mosto
cuando sonaba ya a fiesta.

Eran 18 novicios
que llenos de santo amor
a Cristo y a san Francisco,
pronunciaban en su honor

Sus votos con devoción,
con alegría y fervor,
con sincero corazón,
con coraje y sin temor.

Pero llegaron tormentas
eclesiales y sociales,
que sacudieron doquier
valores fundamentales.

De esta forma es que llegaron
a sus 25 años
solo cuatro de 18,
pues los demás se marcharon

por otros muchos caminos
y en diferentes edades,
dejaron los capuchinos
y  se volvieron al mundo.

Al cumplir estos 50
años de la profesión,
somos dos que solamente
queremos de corazón

renovar nuestros tres votos
de obediencia y castidad
y de altísima pobreza,
viviendo en fraternidad.

Misteriosos los designios
de Dios en la humanidad,
por ello gracias decimos
a todos con humildad.

El Señor nos dio hermanos,
que a lo largo de los años,
nos ofrecieron su ayuda
y nos tendieron sus manos.

En este 15 de agosto,
por ello de corazón,
decimos: gracias, hermanos,
por esta vida y su don.

Fueron ustedes regalo,
y fueron como un bordón,
que no dio todo su apoyo,
gracias, sí, de corazón.

Y también como María,
con Francisco y con la Iglesia,
decimos con alegría:
¡Bendito seas Señor!

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