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    Los Capuchinos somos la rama más joven de los franciscanos, remontándonos a 1525…

¿En qué pensaba Francisco?


Fue una tarde como hoy, hace 788 años. Giovanni di Pietro Bernardone, rodeado de sus mas queridos hermanos pedía ser puesto en tierra. En aquella pequeña capilla, restaurada por sus propias manos, el Santo, siempre sobre la tierra desnuda, entregaba su alma al Buen Dios.

Hace algunos años, me pregunté lo mismo que fray Maseo ¿por qué Francisco? ¿por qué todos van detrás de ti? (Florecillas 10) La respuesta era simple: porque Francisco encarna nuestras más altas aspiraciones, aquello que quisiéramos ser y no nos atrevemos (si, no se trata de no poder sino de no atreverse). Encarna la fraternidad, la humildad, el respeto a la creación y el amor al Creador.

Pero hoy quisiera preguntarme ¿en qué pensaba Francisco? Qué pensaba cuando, un buen día, decidió dejar todo por lo que muchos hombres matarían: dinero, poder, fama.

San Francisco de Asís ¿Francisco, en qué piensas? le pregunté y él me respondió: pienso en que el hombre sólo es lo que es delante de Dios, nada más. Pienso que si nos detenemos a mirar las maravillas de la naturaleza que nos rodea sólo podemos exclamar cuan grande es Dios. Pienso que todos, no importa lo que creamos o lo que hagamos, somos hermanos. Que toda vida merece ser vivida, aun en las mayores dificultades.

Pienso que Dios nos creó con la capacidad para hacer casi cualquier cosa. No hay nada mas fuerte que el alma humana.

Pienso que se puede ser feliz sin tener nada. Las cosas materiales y el deseo de ellas nos quitan la libertad, nos obligan a “custodiarlas” y “perseguirlas”. Yo he sido feliz dejándolo todo, sin nada.

Pienso que la oración es necesaria, pero que Dios nos quiere en el mundo, trabajando. Que la paz debe estar primero en nuestro corazón para que luego podamos predicarla y proclamarla.

Pensé que la mejor manera de predicar el Evangelio era con las obras y me fui entre los pobres, los “menores” de mi tiempo. Comencé haciendo lo que era necesario, después lo que era posible y, de repente, me vi haciendo cosas imposibles.

Pensé que la celda de mi claustro, era mi cuerpo y mi alma, el ermitaño que habitaba en ella, por eso me fui por el mundo, buscando a mis hermanos y haciendo presente a Cristo entre ellos.

Pensé que el verdadero poder estaba en el Servicio, porque Cristo nos dijo que El vino a servir, no a ser servido, y me fui a limpiar las heridas de los leprosos y a vivir entre los pobres.

Pienso que el Reino de los Cielos comienza en esta tierra y que hay que trabajar para hacerlo presente.

Pienso que debemos ser instrumentos de paz, que no debemos sembrar envidias, rencores, maledicencias.

Pensé muchas cosas, pero sólo me limité a seguir el Evangelio. Allí estaba todo lo que necesitaba saber. Sólo hice lo que allí decía.

Francisco nos ha marcado el camino. Nos ha mostrado que es posible vivir el Evangelio. Que no son palabras bonitas. Que la santidad esta a la mano de todos, solo hay que intentarlo y pedir la fuerza del Espíritu Santo.

Francisco, hoy como ayer, sigue atrayendo miradas. Sigue despertando admiración. Pidamos, por su intercesión, dejar de admirarlo y comenzar a imitarlo.


De la virtud que ahuyenta al vicio

Donde hay caridad y sabiduría, allí no hay temor ni ignorancia.
Donde hay paciencia y humildad, allí no hay ira ni perturbación.
Donde hay pobreza con alegría, allí no hay codicia ni avaricia.
Donde hay quietud y meditación, allí no hay preocupación ni vagancia.
Donde está el temor de Dios para custodiar su atrio,
allí el enemigo no puede tener un lugar para entrar.
Donde hay misericordia y discreción, allí no hay superfluidad ni endurecimiento.
[Adm. Cap. XXVII: De la virtud que ahuyenta al vicio]

Santa Clara

Marcha con prudencia por el camino de la felicidad, no creyendo ni consintiendo a nadie que quiera apartarte de este propósito o que te ponga algún obstáculo en el camino para que no cumplas tus votos al Altísimo en aquella perfección a la que te ha llamado el Espíritu del Señor. [CtaCla2]

¿Qué son los selfies?


El filósofo coreano con formación alemana, Byung- Chul Han (Seúl, 1959), que enseña en la Universidad de las Artes en Berlín, plantea que “hoy el ser ya no tiene importancia alguna. Lo único que da valor al ser es el aparecer, el exhibirse. Ser ya no es importante si no eres capaz de exhibir lo que eres o lo que tienes. Ahí está el ejemplo de Facebook, para capturar la atención, para que se te reconozca un valor tienes que exhibirte, colocarte en un escaparate”.1

Han, que se doctoró en la Universidad de Munich con una tesis sobre Martín Heidegger, considera que si en otro tiempo lo importante era el ser, la sociedad capitalista terminó por imponer como valor máximo el tener y ahora, en la sociedad mediática y del espectáculo, lo realmente importante es aparecer o, de otra manera, exhibirse. Las ideas de este filósofo, muy reconocido ahora en Alemania, ayudan a comprender el fenómeno social de los selfies.

¿Cómo definir qué son los selfies?
Una definición sería: son autorretratos instantáneos, de una o más personas, tomados con un teléfono inteligente o una tableta, a la distancia de lo que da el brazo, que de inmediato son puestos en las redes sociales.2

Los estudiosos de esta nueva práctica sostienen que estos autorretratos no son espontáneos, como pudiera parecer en un primer momento, sino que responden a “un juicio de aprobación y un juicio previo por parte de quien lo pone a circular”.3

Los selfies, por lo mismo, no son un testimonio, sin más, de la vida diaria en el mundo de hoy, sino que responden a la propia versión del yo, de la imagen que se tiene de sí mismo, de quienes “democráticamente” comparten, por ese medio, su vida, ya sean personalidades artísticas y políticas– o personas comunes. Los selfies son, pues, versiones “oficiales”, para decirle de algún modo, de quien decide subir a la red su autorretrato.

¿Los selfies son una expresión del narcisismo?
Hay quien así lo afirma, pero también quien propone que se trata más bien, como lo hace el ensayista Ernesto Hernández Bustos “menos una cuestión de narcisismo que de voluntad de dominio: revela la necesidad de autoproponerse a través del control de la propia imagen”4, que proclama “éste soy yo ahora”, “yo luzco así” o “estoy aquí”.

Los selfies en todo caso son, en eso hay acuerdo entre los estudiosos del fenómeno, una manera de exhibicionismo que se propone mostrar en el momento, de manera instantánea, lo que se quiere que aparezca del yo, en la construcción de una “identidad inmediata” y también “pasajera” que, por lo mismo, no es coherente y tampoco se sostiene en el tiempo. Refleja en una imagen del “instante” seleccionado o también autocensurado.

¿Los selfies son una nueva modalidad del arte?
Hay quien sostiene que se trata de una nueva y distinta versión del género del autorretrato fotografía o pintura–, pero también quienes le niegan esta condición. Hernández Busto, premio al ensayo en Casa de América 2004, afirma que “en los selfies como en la pintura o cualquier otra forma artística, hay esbozos de pasiones humanas –pedazos de ficción, paranoia, voyeurismo…–, pero en un autorretrato pictórico el artista quiere menos ofrecer su imagen que su arte: lo que propone es justo aquello que la autofoto instantánea reduce al mínimo: ese tiempo del yo reelaborado”.5

¿En qué espacio surgen los selfies?
En la versión de Han el vacío que genera la pérdida de la esfera pública “acaba siendo ocupado por la intimidad y los aspectos de la vida privada”.6 Es precisamente en ese espacio donde opera y prospera el fenómeno de los selfies. De otra manera, lo privado se hace público y también, por lo mismo, llena el espacio que deja el vacío de lo público.

La forma histórica de la intimidad como aislamiento del mundo, como recogimiento, en un espacio estrictamente privado, incluso íntimo, queda atrás. La privacidad, si es que existe, se entiende y vive, en el mejor de los casos, de otra manera a como antes se entendió. ¿Lo íntimo compartido, socializado en la red, sigue siendo tal o es solo exhibicionismo?

¿Qué se busca con los selfies?
Considero que más allá del exhibicionismo, que es evidente, más allá del narcisismo o de la “voluntad de dominio” que también están presentes, existen tres realidades más profundas y poderosas, aunque son más difíciles de ser vistas, que explican el fenómeno de los selfies. Se trata de la búsqueda del reconocimiento, la aceptación y el amor.

En una sociedad masificada y anónima como la que vivimos, el ser reconocido con nombre y apellido, con cara, se convierte en una necesidad, la más de las veces inconsciente, pero siempre presente. No es lo mismo ser alguien, con identidad propia, que nadie. El ser aceptado por los demás es también una necesidad humana. El envío de los selfies busca interlocutores que reaccionen al mismo. La reacción puede ser pasiva, solo ver la imagen, pero también activa a través de todo tipo de comentarios. Estoy en los selfies, luego existo y no soy anónimo.

En un nivel todavía más profundo que los dos anteriores, pero en la misma dirección, con el envío de los selfies se busca, una vez que se es y reconoce, hacer realidad el profundo y legítimo deseo de ser amado. La imagen, el autorretrato, permite la “mirada” del otro, de los otros, y de la vista, como dice el viejo refrán, nace el amor. Los selfies son el grito profundo, muchas veces desgarrador, de quien dice aquí estoy, ámame.

Rubén Aguilar Valenzuela
elcronistadigital.com/

Notas:
1 Citado por Fransesc Arroyo, “Aviso de derrumbe” Babelia, El País, 22 de marzo de 2014.
2 Hernández Busto, Ernesto, “La era de los selfies”, El País, 8 de marzo de 2014.
3 op. cit.
4 op. cit.
5 op. cit.
6 Citado por Fransesc Arroyo, en “Aviso de derrumbe”, Babelia, El País, 22 de marzo de 2014.

Ven, Espíritu Santo

 Pues si ustedes que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos,
¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo 
a quienes se lo pidan!
Lc 11, 13

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