La espiritualidad de San Francisco, un camino para vivir en armonía


Hoy se habla poco de armonía. La palabra casi ni suena. La emplean los libros de autoayuda o viene en espiritualidades del gusto oriental. Raramente decimos: este matrimonio vive en armonía; esta ciudad disfruta de mucha armonía; esta persona crea armonía en torno a sí; en esta comunidad se respira armonía. Es raro.

Todos sabemos que, aunque no se hable de ella, la armonía es muy importante para la vida. Pero si ni se habla de ella, si se la da por supuesta, si nos parece un poco friki, como dicen los jóvenes, hasta hablar de ella, quizá estemos echando leña al fuego contrario: la crispación, la histeria, los malos modos, los desajustes personales, los malos entendimientos, los desentendimientos. De eso, sí que sabemos mucho.
 Pues bien, una manera de entender el franciscanismo es entender la espiritualidad de san Francisco como un camino para vivir en armonía.

1. ¿Cómo vivió Francisco de Asís su vida en armonía con Dios, con sus hermanos, con las personas, con los animales, con la creación? ¿Qué caminos anduvo? Le hizo un sitio importante a Dios y a su Palabra en su vida. Por eso, cuando en la somnolienta y rutinaria predicación del cura de san Damián brilló para él la Palabra de Jesús (“Vete, vende, dalo a los pobres…”), todo se iluminó y dejó atrás la “tremenda lucha”, como dice Celano, que se libraba en su corazón. Cuando se abrió a Dios, vino la armonía.

2. Aparentemente fue muy sencillo: se hizo la armonía en su corazón cuando se decidió a tener a cualquier persona por hermana. Así de simple. Dice san Buenaventura que brotaba en su corazón una armonía gozosa cuando “consideraba el origen común de todos los seres pues sabía que todos tienen el mismo principio”. No era una teoría sino algo inmediato: eres una criatura, somos familia. Nunca serás mi enemigo. Contigo me siento en tu casa. Podemos vivir en armonía.

3. Brota la armonía a raudales en la vida de Francisco cuando la simplicidad se convierte en sabiduría profunda. Dice LP que “quería ver a sus hermanos apasionados por la pura y santa simplicidad”. Él descubrió que el secreto de la armonía es ser bueno de corazón y llevar una vida simple, sencilla, corriente.

4. La armonía brillaba con lustre cuando tomaba el último lugar como una opción voluntaria. “Nadie nos ha obligado”, decía. Y por eso decía con frecuencia: “Ningún hermano tenga potestad o dominio, y menos entre ellos”. Instaba a los suyos a “estar en el llano” (LP). Porque si hubiera sido otra la actitud, la armonía habría desaparecido como la niebla bajo los rayos del sol.

5. Para él fue importante el misterio de la pobreza, la conexión con las pobrezas, llegar al brillo oscuro de lo humilde. Por eso, la pobreza evangélica fue para él camino de libertad y armonía. Siendo pobre fue feliz; estando con los pobres se sintió acompañado, sufriendo como los pobres encontró el secreto de la solidaridad. Lo que para muchos de nosotros es solo un disgusto, él lo entendió como una posibilidad. El frío helado de la pobreza generó en él el extraño calor de la armonía.

6. No fue todo lírica, sino vida sin más, a ras de tierra. La armonía ocupó su alma y su cuerpo cuando vivió queriendo salvaguardar, sobre todo, las relaciones humanas. ¡Cuánto se empeñó en que sus hermanos vivieran con calidez, como madres e hijos”! ¡Cuánto se movió para que en las ciudades de su tierra, muchas devastadas por el odio y la muerte, pudiera brotar el entendimiento y la paz! Él que sabía de guerras y de muertes, puso a la persona por delante de todo y desde ahí brotó la paz y la armonía.

7. Para él orar fue una manera segura de dar con el camino de Jesús. Por eso oraba tanto. Le decían ya entonces que oraba demasiado. Pero, para él, orar era como comer. Y lo necesitaba de igual manera. Por eso, cuando oraba, y sus períodos de oración eran largos, se abría la puerta de la armonía, las cosas se aquietaban, los problemas adquirían dimensiones reales, la alegría asomaba el rostro y se quedaba. Sin oración no hubiera podido vivir en armonía.

8. Finalmente, cómo no, la alegría fue fuente de armonía porque era el cauce por el que asomaba la verdad del Evangelio y la certeza de haber elegido el buen camino. No empleó discursos para justificar sus opciones. Estaba contento y la alegría era su argumento. Y viviendo con alegría, la armonía se quedaba a vivir en su casa, se instalaba en los pliegues de su alma.

 ¿Nos dice esto algo a quienes, a pesar de tanto años, de tantos siglos, seguimos amando a Francisco de Asís? Puede que sí.
• Deja un poco más sitio a Dios en tu vida, nos dice Francisco. Que los criterios evangélicos cuenten realmente en tus días. Cree en el Evangelio, obra conforme a lo que dice. Sin más. La armonía asomará el rostro.
• No hagas caso de los cantos de sirena de quienes nos dicen: tú preocúpate de que a ti te vaya bien y los demás, allá penas. No, siéntete hermano para que la alegría de vida y su íntima armonía cobren verdad y rostro.
• Elige lo simple, lo normal, lo cotidiano. No te avergüences de ser como todos, de ser pueblo, de ser comunidad. En lo común vivido con gozo habita la armonía.
• No te enfades por estar abajo, por no tener mando. Ahí se puede ser feliz, te puedes realizar, puedes estar contento. Estar abajo no es malo para quien aspira a la armonía.
• Que te afecten las pobrezas, que sean para ti lugar de encuentro. No huyas de ellas, porque ahí se encierra, sin duda, el extraño fulgor de la armonía.
• Ora con confianza, como quiere Jesús. Gusta del silencio. Ama la contemplación de lo creado. Disfruta con el don que es vivir y respirar.
• Y pon en tu vida una dosis creciente de alegría. Alegría vivida en las pequeñas cosas, en los sencillos acontecimientos, en lo bello que está en nuestras manos. Si no nos apuntamos a la alegría, ¿cómo vamos a estar en armonía con nuestra sencilla vida?

Decir que la espiritualidad franciscana es un camino de armonía implica el ánimo para andar ese camino. ¿Por qué no tomar aliento y empuje al celebrar la memoria y la vida del hermano Francisco en esta tarde?

http://hermanoscapuchinos.org/

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